El año litúrgico es la celebración de la historia de la salvación. Y es el tiempo litúrgico del adviento, el tiempo de María. Por encima de todos los venerables protagonistas del largo adviento, sobre todo de Israel, aparece María de Nazareth, la Virgen del Adviento. Adviento y Navidad se han convertido en el tiempo mariano por excelencia, donde el mismo adviento es anuncio, espera, camino, encuentro y gozo. Ella concentra las esperanzas del Antiguo Testamento, y la esperanza del reino mesiánico. Con María marchamos el adviento hacia el Hijo de Dios. Con María marchamos hacia la Iglesia, adviento de comunidad. Con María el adviento no es solo un rito, sino una realidad que renueva las esperanzas perdidas y hace posible seguir la historia con alegría, y mantener encendida la luz en medio de tantas oscuridades. María es el punto de enlace del cielo con la tierra.
"El Verbo inefable del Padre se ha hecho describible encarnándose de ti, oh Theotókos (madre de Dios); y habiendo restablecido la imagen desfigurada en su antiguo esplendor, él la ha unido a la belleza divina. Desde el momento en que Cristo ha nacido de una madre describible, él tiene naturalmente una imagen que corresponde a la de la madre".
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